sábado
Interactividad
Uno de los valores con que se intenta destacar a la mayoría de las herramientas educativas digitales es el de poseer una "gran interactividad": más "clic" sobre la pantalla supone mayor interacción.
Ahora bien ¿qué es realmente la interactividad?
Es la acción recíproca entre unos objetos, elementos o personas.
Cuando hablamos de aprendizaje esa reciprocidad está dada por el intercambio entre una información y una persona: la información acciona sobre el sujeto quien a su vez la transforma según sus conocimientos previos, necesidades y posibilidades para "usarla" en su realidad.
En la educación presencial ese proceso está mediatizado por la relación personal dentro de la tríada que conforman el instructor, el grupo y la tarea (objetivos, y contenidos a aprender.)
El canal que soporta esa interacción es la comunicación: las palabras, los gestos, el clima grupal, el estilo de coordinación y liderazgo que asume el instructor, en síntesis, la metodología y el paradigma de aprendizaje que la sustenta.
Si trasladamos estas ideas al aprendizaje digital podríamos pensar que interactividad es mucho más que un cúmulo de "clics" (en todas sus variantes conocidas: arrastres, avances y retrocesos, elección de opciones, etc.)
Éstos recursos no son más que la parte operativa de la interactividad.
Las personas necesitamos de los otros para crecer y desarrollarnos por ello, el aprendizaje solitario frente a una pantalla requiere de la emulación de ese intercambio.
Esta posibilidad se potencia aún mucho más si dicho aprendizaje se realiza además, con el intercambio grupal (foros de discusión, tutorías, etc.)
Pero centrémonos en el desarrollo del contenido que es la etapa inicial que nos ocupa.
En primer lugar consideramos que la verdadera interactividad al desarrollar un contenido, reside en la capacidad que posee el diseñador didáctico para ponerse en el lugar del otro, el que va a aprender. Esto implica un pensamiento anticipatorio es decir: evaluar cuidadosamente sus posibles motivaciones, sus tiempos de atención, el encuadre desde el que se acercará a la información, entre otras tantas variables.
Cada usuario es único y habrá que contemplar el mayor abanico de posibilidades que atiendan a ese universo de destinatarios diferentes entre si, con el fin de lograr un verdadero "lazo" entre el contenido y cada persona en particular.
Lograr esto requiere una cantidad de pasos previos.
Por empezar cada trabajo transita un fuerte proceso de interacción interna (consigo mismo y con el equipo.) Esto implica soportar un recorrido de avances y retrocesos.
Hacer – deshacer - contradecirse - discutir, son parte de un proceso ineludible que conlleva además de talento y conocimiento, un gran esfuerzo y una alta dosis de incertidumbre con la que se debe aprender a convivir ya que es precisamente la que da lugar a la creatividad.
Esa tarea interna nos permite trazar entre nosotros y el usuario, un paralelo que contempla los movimientos que asume el pensamiento: nunca lineales ni en un único sentido sino más bien erráticos, circulares, en redes de asociación de ideas.
Nuestra tarea consiste en plasmar nuestro propio proceso de interacción con la información, en un tejido que nunca pierde de vista al destinatario.
Esta concepción del aprendizaje como fruto de la interacción, no es privativa de los medios digitales sino que responde a una filosofía aplicable a todo medio: no hay aprendizaje si no se crea un puente entre las personas.
Es precisamente esa suerte de trama casi invisible que va desde nuestro pensamiento hasta el del usuario lo que consideramos como el primer indicio de verdadera interactividad, la acción recíproca: el usuario actúa sobre nuestra tarea desde el momento en que concebimos un desarrollo específico para él y luego es él quien percibe que antes y detrás hubo personas atendiendo a sus expectativas.
de Informacion a Conocimiento
Vivimos ciertamente inmersos en la economía del conocimiento y la innovación. Nos hemos venido transformando en los nuevos trabajadores del saber, que Peter Drucker —a quien, ya fallecido, podemos imaginar en paz, pero difícilmente en descanso— había estado describiendo. Si el PC es nuestra herramienta, la información viene a ser, en muchos casos, la materia prima de nuestro quehacer cotidiano. Debemos dominar el saber del campo en que nos movemos, y además hemos de estar generando nuevo conocimiento: ampliando el campo. Ésta parece ser la fórmula de la prosperidad, de la supervivencia, del acceso al futuro en la economía de nuestros días.
Hace algo más de diez años, empezaron a extenderse de manera separada dos conceptos relacionados con la Sociedad de la Información: en las empresas, la gestión del conocimiento; y en las universidades, la suficiencia o destreza informacional. El primero (knowledge management) parecía suponer una especie de reingeniería conceptual de los tradicionales sistemas de gestión de la información en las empresas, atendiendo con mayor cuidado a la información técnica, funcional y relacional de la actividad empresarial: el know what, el know how, el know why, el know who... El segundo (information literacy) surgía entre documentalistas y en algunas universidades, en sintonía con la creciente preocupación por el aprendizaje permanente (self directed lifelong learning). La idea de suficiencia informacional —hoy, más que hablar de suficiencia, había que hablar de excelencia— apuntaba ya entonces al acceso, uso y aprovechamiento de la creciente información disponible, aunque todavía no utilizábamos Internet.
Desde aquellos años 90, por una parte el avance de la gestión del conocimiento en las empresas no ha sido siempre satisfactorio (a pesar de las potentes herramientas disponibles), y por otra, la información ha seguido multiplicándose sensiblemente y poniéndose a nuestra disposición a través de las TIC. Hoy, aquellos conceptos —gestión del conocimiento y destreza informacional (information literacy)— se han aproximado muy visiblemente entre sí en el mundo empresarial, para entrar en sinergia con las emergentes figuras del nuevo directivo y el nuevo trabajador, también muy especialmente con la idea del aprendizaje permanente, desde luego con la necesidad de innovar, y, en definitiva, con la evolución de la economía.
En las organizaciones, la destreza en el uso y aprovechamiento de la información interna y externa accesible parece más que necesaria, aunque no siempre la poseemos en el grado preciso. Quizá las nuevas generaciones salgan de las universidades con sólida preparación para el aprendizaje permanente, pero las empresas ya necesitan hoy mayor dosis de conocimiento, para mejor encarar sus retos de competitividad y prosperidad en la nueva economía. El concepto de excelencia empresarial ha evolucionado con las nuevas realidades, y no parece cuestionarse que debamos ser asimismo excelentes en la traducción de información a conocimiento, y en el flujo de éste en las empresas. Todo apunta ciertamente a la necesidad de que mejoremos sensiblemente nuestra competencia informacional.
En los últimos años se ha insistido en esta inquietud, y como ejemplo les reproduzco ahora un párrafo del director del think tank navarro Institución Futuro, Julio Pomés, en Expansión, en 2002:
"Cuando permitimos que las nuevas tecnologías nos hipnoticen, caemos en la gula de engullir una información abrumadora que nos impide concentrarnos en lo capital: la síntesis. Hay algo peor que no tener información: carecer de criterios de selección que filtren y proporcionen únicamente las referencias que tienen significado para estudiar un asunto. Cuando el que debe decidir no dispone de toda la información, pero conoce la realmente esencial, suele aplicar un sentido común adicional, que con frecuencia logra intuiciones holísticas, más geniales que aquellas derivadas de valorar información no relevante".
Aquí ya se nos alertaba sobre esa especie de hiato existente entre la información y el conocimiento. Venía pareciendo años atrás, y aun hoy todavía, que lo importante era manejarse con la tecnología para acceder a la información, pero hemos de enfocar también nuestra atención sobre cómo traducir la información a conocimiento, en lo que llamamos aprendizaje permanente, a lo largo y ancho de nuestra vida laboral. Tampoco estaría mal profundizar en el paso del conocimiento a la acción —o en el del conocimiento a la innovación—, pero centrémonos ahora en la nada automática consecución de nuevo saber, a partir de la información técnica y científica disponible.
Y hay otro importante mensaje en el texto reproducido: la creciente importancia de la intuición en el perfil de los nuevos directivos y trabajadores del conocimiento. La intuición no debería sustituir al análisis detenido de la información precisa, pero sí resulta un complemento valioso del que podemos obtener mayor provecho. Nos ayuda a leer entre líneas, a comprender, a evaluar, a establecer conexiones, a abstraer, a aplicar lo aprendido.
Cómo nos relacionamos con la información
Puede decirse que muchos de nosotros somos procesadores humanos de información: consultamos muchos papeles y generamos más. Aprendemos continuamente y contribuimos, mediante la innovación, a extender las fronteras de nuestro campo del saber. Lo que hacemos está lleno de conocimiento: el que hemos adquirido, el que seguimos adquiriendo y el que nosotros mismos hemos generado. Sin embargo, el paso de la información (que yace en soportes) a conocimiento (que yace en personas) es extremadamente complejo —nada automático— e invita al análisis y la reflexión. Puede decirse que el tratamiento de la mucha información que se nos ofrece consta de los siguientes pasos:
- Conciencia de la necesidad de información.
- Definición del patrón de búsqueda.
- Identificación de las fuentes.
- Acceso a las mismas (humanas, impresas o electrónicas).
- Localización de información útil.
- Descubrimientos paralelos.
- Examen de la información.
- Interpretación y evaluación de la misma.
- Contraste de informaciones.
- Integración y aprendizaje.
- Combinación con conocimientos anteriores.
- Establecimiento de conexiones.
- Posibles inferencias y abstracciones.
- Síntesis y conclusiones.
- Reflexión sistémica.
- Aplicación y difusión.
En efecto, los directivos y trabajadores del conocimiento, antes de actuar —abrir nuevas líneas de negocio, realizar un estudio, analizar oportunidades, definir un proyecto, preparar una oferta, diseñar un proceso o producto, organizar una actividad, elaborar un plan, solucionar un problema, etc.— nos informamos, aprendemos, reflexionamos, y aplicamos finalmente lo aprendido, o lo difundimos. Cada nuevo saber ha de encajar en el acervo existente y contribuir a resultados. He aquí entonces la lista de subtareas del tratamiento de información como materia prima; subtareas que marcan, por un lado, el camino de nuestro aprendizaje permanente autodirigido, y que por otro constituyen buena parte de nuestro desempeño cotidiano: el conocimiento es, básicamente, capacidad de actuar (porque la ignorancia nos incapacita).
Se nos alerta sobre la importancia de definir buenos patrones de búsqueda, de distinguir la información rigurosa y fundamentada de la que no lo es, de conectar unos conocimientos con otros, de generar síntesis enriquecedoras… Sin duda y entre otros, encaramos un reto especialmente trascendente: evaluar la información a que accedemos, poniendo a funcionar nuestro pensamiento crítico. Podemos, por ejemplo, encontrar en Internet documentos de denso y aun convincente contenido, que sin embargo haya quedado ya desactualizado y superado; podemos igualmente dejarnos persuadir por información falta de rigor, o formulada con intereses de cuestionable legitimidad.
Por otra parte, no siempre sabemos en qué fecha fue redactada una información, ni tenemos suficientes datos sobre el autor y sus fuentes. Por ser todavía más concretos, esto pasa a veces con los cursos on line que se ofrecen en el marco de la formación continua: carecemos a veces de suficientes referencias sobre el autor y la documentación que se ha manejado en el diseño. Debido al ritmo con que avanzan los campos del saber, habremos de acostumbrarnos todos a generar información —metainformación: fecha, autores, fuentes, referencias, resúmenes, conexiones, difusión, etc.— sobre la información que nosotros mismos generamos, y a echarla de menos cuando hacemos consultas para incrementar nuestros conocimientos. Pero tampoco resulta siempre sencilla la combinación del nuevo saber con el anterior, o la elaboración, en su caso, de deducciones y abstracciones, o la aplicación de las conclusiones alcanzadas.
Realizar satisfactoriamente estas subtareas resulta tan trascendente que no podemos eludir un análisis de competencias necesarias. Necesitamos competencias operacionales (conocimiento del campo, estrategia de búsqueda e indagación, manejo de herramientas, capacidad de comprensión y síntesis, cuestionamiento y evaluación de la información, materialización del aprendizaje…), y también competencias de carácter más personal (autoconocimiento, afán de aprender, flexibilidad, concentración, tenacidad, intuición, pensamiento crítico…). Pero éstas serían sólo las competencias informacionales de tipo "pull", es decir, las que ponemos en marcha para aprender; habría que sumar otras de tipo "push", para cuando somos nosotros quienes hemos de generar información para otros.
En efecto, nuestro perfil de directivos y trabajadores del conocimiento nos obliga a generar información para los demás: a expresarnos oralmente, pero sobre todo a escribir. Sumemos entonces otras competencias informacionales, tanto operacionales (alegación, comunicación escrita...) como personales (manejo de conceptos, asertividad, empatía, espíritu colectivo…). Muchas grandes empresas han desplegado sus modelos de competencias para la gestión de los recursos humanos, pero puede que las competencias informacionales, como las conversacionales, hayan sido subestimadas, si no preteridas en algún caso. El hecho es que no podemos dar por supuesta nuestra destreza informacional en la economía del conocimiento: estupendo si somos competentes en esta área, pero comprobémoslo.
Hay que recordar que, en nuestra asignación de significado a los significantes (o sea, en el estudio de la información), influyen varios elementos: nuestros intereses, inquietudes y deseos; nuestros conocimientos y experiencia anteriores; las creencias y modelos mentales que filtran la realidad…O sea, que hemos de hacer un esfuerzo de objetividad del que no siempre somos conscientes. Dicho de otro modo, por un lado hemos de neutralizar las interferencias endógenas (y en su caso las exógenas), y por otro hemos de desarrollar las competencias informacionales diversas (personales y operacionales) a que nos referíamos.
Conclusión
Hemos hablado de 16 pasos precisos en el tratamiento de la información técnica y científica como materia prima, y hemos de insistir finalmente en que, en general, cualquier deficiencia en cada uno de ellos se arrastra en los siguientes. Lo que está en riesgo es la adquisición del conocimiento que resulta necesario en cada momento, y al respecto insistiríamos en que quizá hay algo peor que la ignorancia: un falso aprendizaje. Si ya los buenos aprendizajes pueden quedar obsoletos en poco tiempo y no siempre estamos atentos a su renovación, imaginemos lo peligroso que pueden resultar los aprendizajes equivocados o incompletos, fruto quizá de sensibles deficiencias diversas: en el uso de herramientas, en la perspicacia y tenacidad durante la búsqueda, en el pensamiento crítico durante la evaluación, en el rigor de las inferencias, en la integración de saberes, etc.
Y un último detalle para el lector interesado que nos haya acompañado hasta aquí: no olvidemos los posibles serendipitosos descubrimientos durante nuestros accesos a información. Podemos topar con interesantes informaciones que, aunque no respondan a nuestro patrón de búsqueda, convenga dejar registradas para un futuro próximo. Encontramos este tipo de descubrimientos casuales detrás de muchos avances técnicos y científicos. Seguiríamos diciendo cosas —como, por ejemplo, que casi nunca agotamos las posibilidades de aprender a partir de cada información considerada valiosa—, pero lo dejamos por hoy. No olviden evaluar sus destrezas informacionales, con ánimo de mejorarlas durante este nuevo año 2006.
viernes
Tecnologia Educativa
sábado
Libertad al Conocimiento.
Cuando en las grandes organizaciones la formación pase a ser parte de las inversiones estratégicas, esta debe ser pensada en un contexto global, su alcance no debe llegar solo a los cargos que impactan directamente al negocio, sino que también para todo colaborador que quiera tener acceso a ella.
Todos los años nos vemos enfrentados al dilema de la administración del presupuesto de formación. La visión de la gestión del capital intelectual se ve optimizada cuando pensamos que la inversión en el desarrollo de las personas va de la mano con el desarrollo del propio negocio, pero no se considera tal vez lo más importante, más que una inversión a corto plazo, una inversión en un colectivo mayor, aquel que no solo piensa en algunas personas, sino que también en aquel grupo que tiene interés por crecer, por sentirse apoyado no solo por capacitación empresarial, sino que por una educación técnica y/o universitaria y por qué no, una mejor educación para los hijos de los colaboradores de la empresa.
El cuestionamiento de la alta dirección pasa hoy por solo pensar en fomentar el espíritu de superación del trabajador y la empresa, y no ven más allá de la inversión a corto plazo, dejando atrás la inversión integral que es aquella que apoya no solo la relación con la empresa, sino que también el crecimiento profesional y familiar.
Hoy, las nuevas metodologías autoinstruccionales y e-learning toman cada vez mayor fuerza. Es justamente el concepto de "acceso" a un modelo integrado, el que permite a los colaboradores acceder a capacitación y educación.
Si consideramos el ejercicio de pensar en invertir no solo en un grupo selecto, sino que también en el resto de los cargos, y ponemos a disposición toda la oferta para que todo el contingente empresarial pueda tener acceso, podríamos empezar a pensar en la "Libertad del conocimiento". Aquella que presupone un interés por seguir creciendo, por seguir escalando y/o haciendo carrera empresarial, con un modelo igualitario que guié y oriente el desarrollo de las personas.
Complementariamente, se podría poner a disposición acceso a becas técnicas y universitarias, las cuales fomenten e integren cada vez más el sentido de pertenencia con la organización. Otra acción de pertenencia es el apoyo a través de becas escolares a los buenos promedios de los hijos de los colaboradores.
Cuando la alta dirección revisa esta visión de integración y perfeccionamiento continuo, tiende a pensar en el "gasto" y la manera de aprovechar subsidios y reducción de impuestos por conceptos de "inversión en desarrollo de personas". Es legitimo el integrar este modelo de optimización de beneficios, pero no deberíamos dejar nuevamente de lado la visión de crecimiento mutuo, de responsabilidad social y empresarial, aquella que por ejemplo de igual oportunidad de perfeccionamiento a un cajero que a un ejecutivo de cuentas. Un cajero al cual la empresa le entregue herramientas de formación, y este las pueda aprovechar para seguir escalando en su línea de desempeño, en un mediano plazo podría ascender a ejecutivo, luego a jefe de sucursal, etc.
Ahora, para acreditar un modelo de "Libertades" es necesario visualizar "Intenciones" de desarrollo tanto para el colaborador, como para la misma empresa. Es por ello, que la misma empresa debería entregar oportunidades y herramientas (un modelo guiado), y confiar en la libertad del colaborador de visualizar la oportunidad de autogestionar su desarrollo y crecimiento personal y social.
Hoy la visión de desarrollo de las empresas conlleva necesariamente el desarrollo del Recurso Humano. La mirada local de nuestro país integra la distribución de sus presupuestos a un grupo selecto, al cual por sus resultados esperados (a un corto plazo) es "políticamente correcto" inyectar recursos que finalmente resultan ineficientes.
Es, en este contexto de modernidad de la educación y de nuestra actual Sociedad del conocimiento, donde mirando en retrospectiva parecieran adquirir especial importancia las metodologías educacionales orientadas a la "Libertad pedagógica" ya que las múltiples oportunidades de autocapacitación que hoy ofrecen las diferentes empresas, requieren indefectiblemente de una estricta autoformación basada por una parte en el profundo autoconocimiento de las propias potencialidades y por otra, en una gran capacidad de autodisciplina, características que como se ha demostrado son adquiridas en las etapas tempranas de nuestro desarrollo intelectual y emocional y que a la luz de las evidencias, parecieran darse con mayor frecuencia en los sistemas educacionales que basan su pedagogía en el principio básico de la Libertad.
La visión global, aquella que busca orientar el desarrollo del colectivo a mediano y largo plazo, integra un modelo en el cual la administración del Recurso Humano se construye a través de la participación no sólo de la alta dirección, sino que también a través de la inclusión de sindicatos y la opinión de los propios empleados. Es por ello que nacen elementos de medición de la calidad de la formación y sentido de pertenencia con la empresa.
Uno de esos estudios lo lidera en Chile la encuesta "Grace Place to Work.(1), la cual a "obligado" a invertir a aquellas empresas que quieran diferenciarse por la calidad de su gestión con la personas.
Los resultados manifestados en los últimos 3 años, han demostrado el cambio de visión y reasignación de presupuestos para el desarrollo creciente y sostenido de las personas en la organización.
Se ha puesto especial atención en la inversión en modelos autoinstruccionales para la autogestión, los que por sus características puedan estar siempre disponibles para cubrir el interés del colectivo que voluntariamente se quiera formar y desarrollar, y que por tanto contemplan, como requisito básico, la libertad de elección que permita orientar dicha autogestión hacia el crecimiento interno y por supuesto, el de la empresa.
domingo
La Sociedad del Conocimiento en Chile, la familia y vida cotidiana.
miércoles
De Emisor a Facilitador
Es importante el re-conocer que la manera de hacer las cosas ha cambiado. Cada día, la sociedad busca simplificar a través de la tecnología todas aquellas actividades sociales que generan valor. Por que no decirlo, a cambiado la educación, para ser más precisos, la forma de educar.
Podemos distinguir muchas variables en este proceso continuo, una de ellas es la visión del “Educador” el cual influenciado por el constante perfeccionamiento exigido en estos tiempos, se ha trasformado en no solo un Emisor, sino que también en un Mediador, en un Facilitador del conocimiento. Es un Ente ( o debería serlo ) MULTIDICIPLINARIO, un modelo eficiente, preocupado no solo del mensaje, sino de cómo trasmitirlo.
Otra variable destacada son las “Las Nuevas Metodologías”, aquellas que se basan en combinar modelos de aprendizaje Teóricos, Prácticos y Certificación… del propio aprendizaje. Esto, a través de la confección de un -Diseño Instruccional- aquel que me apoyará en la adquisición, raciocinio y práctica del conocimiento adquirido. Para cumplir con este modelo es necesario contar con herramientas guias ( tecnología ) , que serán base para sostener y fundamentar la “Nueva Manera de Formar”. Es aquí, donde tengo que identificar cada uno de los recursos y combinarlos de una manera tal, que de sentido y forma al objetivo que quiero alcanzar. El tema, pasa por ….saber combinar
domingo
martes
El Nuevo Docente para un Nuevo Aprendiz
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